La Real Academia de la lengua define el amor como: “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”. También otra de las definiciones que aporta es: “Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo”. Ambas nos sirven para llegar hacia donde queremos. Independientemente de la persona que escojamos todo el mundo dirá que es un concepto mucho más profundo que por ejemplo la palabra hola. No nos equivoquemos, pararnos a pensar que el ser humano ha desarrollado el saludo como forma universal de inicio de una conversación nos hace darnos cuenta de la complejidad de la mente humana y el lenguaje. Pero todos estaremos de acuerdo que las palabras como amor, odio, libertad, felicidad, inteligencia, etc. van más allá.
La sociedad se ha vuelto loca,
caótica, polarizada… y en la era de la información y la comunicación el mundo
se ha transformado en un mundo incomunicado por irónico que pueda parecer. Hemos
llegado a un punto, en el que yo mismo me incluyo con toda la sociedad, en que
hemos perdido la conciencia de los valores de los que ya hablaban hace dos mil
quinientos años Platón y Aristóteles. Todos estamos de acuerdo en que hay palabras que tienen un valor y una importancia por encima del resto, pero luego
usamos te quiero y te odio como si carecieran de él y sin pensar que daño pueden
producir a quien las lee al otro lado de la pantalla cuando este año las
víctimas por suicidios en la adolescencia a causa de las redes sociales se
elevan hasta casi alcanzar las víctimas de tráfico de la misma edad. Y esto no
es consecuencia aislada en la lengua únicamente. Por todo el mundo se producen
guerras diariamente y hablamos de vidas humanas que pierdan y que se van para
no regresar como datos en tablas y no más, como mucho con un interés
geopolítico de si Rusia va a perder la calificación de potencia que ostentaba por
invadir Ucrania. Proclamamos derechos y prohibiciones como si se trataran de
productos que podemos comprar y devolver en una tienda sin que a nadie le
afecte. Ya ni hablemos de la libertad. Siempre se ha puesto en duda la capacidad
de elección del hombre sobre su vida, pero ahora la consideramos como si
libertad fuera poder ir a tomar una cerveza al bar de la esquina.
Sí, definitivamente, la
sociedad se ha vuelto caótica y polarizada. Y no está clara cuál puede ser la solución,
pero si se intuye cuál puede ser la causa. Se ha perdido todo sentido de la
orientación que no esté guiado por los valores económicos de las empresas y los
estados y en este controvertido camino la sociedad que se ha creado cada vez se
encuentra más aislada y retraída del resto en un mundo individualista y
egoísta. Aquellas personas que aún conservan valores humanos automáticamente se
quedan ya fuera del sistema y el mercado que prácticamente por definición debe
dejar apartado a aquellos que no buscan incrementar el beneficio económico,
aunque sea en pos del beneficio moral y ético. Ahora ya queda solo un único
camino o unos pocos, pero que van todos en la misma dirección. Debemos decidir que resulta
más importante: si avanzar hacia la vuelta de la moral y la ética o acabar con
lo que nos diferencia como especie que es la capacidad de razonar y tener unos
valores que busquen la felicidad de todas las personas. Porque recordemos que
decíamos al principio. Amor, odio, libertad… sencillas palabras no son. Estas
palabras tienen un valor que es necesario volver a recordar como muchas otras
cosas.
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